Las glorias del gran Garibay a 100 años de su natalicio

2023-02-16 16:01:08 By : Mr. Taurus Yang

Ricardo Garibay —decía de él otro narrador y periodista de pura cepa, Vicente Leñero— logró “forjar un estilo propio, una prosa de cadencias tan bravas, un amor tan perfecto al oleaje feliz de las palabras”. Lo dijo en la introducción general a Ricardo Garibay. Obras reunidas, obra en 10 tomos publicados por Océano, Conaculta y el gobierno de Hidalgo. Allí también Leñero afirmó que su amigo nunca llegó a ser lo que quería y merecía por derecho propio: “un escritor reconocido arrolladoramente, premiado y aplaudido por un público unánime”. Quizás hoy, en el centenario de su nacimiento, Ricardo Garibay camina hacia esa reivindicación y sea reconocido como el escritor imprescindible de la literatura mexicana del siglo XX, como lo consideraba Leñero.

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Por su obra, Ricardo Garibay, el narrador, ensayista, cronista, dramaturgo y periodista que es considerado un enorme novelista y cronista extraordinario, está listo para tomar el lugar que merece en el canon literario, a donde no llegó, quizás por dos razones: su carácter hosco, gruñón, pedante y soberbio, y ese temperamento tan controvertido en sus posiciones y cercanías políticas, que muchos pares le cuestionaron.

“Como novelista, Garibay tenía una extraordinaria capacidad para urdir tramas, para crear personajes, para recrear lenguajes. Como narrador tiene un oficio endiabladamente hábil”, asegura el poeta y ensayista Armando González Torres, quien también lo celebra como un cronista “extraordinariamente ameno, animado, malicioso, divertido. Un polígrafo que llevó el periodismo a un nivel altamente literario”.

A 100 años de su nacimiento y a casi 24 años de su muerte, “Garibay”, a secas —como se identificaba cuando llamaba a la casa de la periodista Josefina Estrada para conversar y encontrar en ella una amiga con quien hacer “estallar su furia”—, un poeta, una periodista y un amoroso hijo echan luz sobre los grandes atributos y perenne vigencia de la obra del autor de Beber un cáliz y Las glorias del gran Púas.

“Garibay, junto con Rulfo, es uno de los narradores mexicanos con más talento poético, como se puede ver en Beber un cáliz, que alcanza momentos tan altos de dolorosa poesía como su casi contemporáneo en La muerte del Mayor Sabines, hay un desgarramiento pero también hay una capacidad de elevación poética del dolor que es absolutamente notable en Ricardo Garibay”, afirma González Torres, quien apunta esa como otra de sus virtudes: “Tiene por un lado los dones del narrador, y por otro lado, el oído y la sensibilidad del poeta. Eso hace que muchos de sus libros tengan este doble valor, tan raro en la literatura mexicana”.

La periodista y escritora Josefina Estrada, amiga cercana de Garibay en sus últimos años y quien es una de sus estudiosas más puntuales y gran divulgadora de su obra, también celebra como un gran atributo la alta calidad de su lenguaje literario y su estilo “tan Garibay, caracterizado por tres principios centrales: la claridad, la concisión y la precisión. Garibay siempre decía, ‘el estilo es el hombre’. Entonces la personalidad de Garibay está en su estilo”, apunta la escritora que tuvo a su cargo la selección y prólogo de la antología sobre Ricardo Garibay, publicada por Cal y arena; y quien ha tenido a su cargo el prólogo para los cuatro títulos con ocho de las obras de Garibay —dos por volumen— que ha reeditado Debolsillo.

Ricardo Garibay, nacido en Tulancingo, Hidalgo, el 18 de enero de 1923, y fallecido el 3 de mayo de 1999, destaca por la vitalidad de su lenguaje, un lenguaje pulido pero que es pirotécnico, tan desbordado, tan lleno de juegos verbales, dice Estrada.

“El lenguaje literario que maneja es su atributo; por supuesto el lenguaje es literario, escribió literatura y por lo cual Garibay manejaba de tal manera el lenguaje que aun hablando era un gusto escucharlo porque era muy rica su capacidad expresiva. Solía decir: ‘¿Le gusta el lenguaje que escribo, le gusta cómo hablo?, tómelo, es suyo’. Ahí está la vitalidad de su lenguaje y ¿cómo consigue eso?, con la precisión, concisión y claridad con la que escribía, y que determinaba su estilo”.

En ese reconocimiento que se la ha escatimado a Ricardo Garibay jugó un papel central el propio Garibay. González Torres señala que el autor de obras imprescindibles como La casa que arde de noche y Taíb —novela por la cual recibió el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada 1989— tuvo dificultades para integrarse al parnaso literario mexicano, por su propio temperamento, pues era un hombre hosco, controvertido, de un temperamento muy fuerte que sin duda le hizo difícil incorporarse a los grupos literarios, y por otro lado sus posturas políticas muy controvertidas, sobre todo su cercanía que él mismo manifestó con mandatarios muy polémicos. “Esos dos rasgos lo han marginado del parnaso mexicano”.

Su hijo, Ricardo María Garibay, dice que un tema que siempre remarcó mucho su padre fue el amor a México, el trabajo para hacer de este país lo que se merecía y lo que se merece, y para ello pedía trabajar con profunda honestidad, con un sentido crítico y propositivo, muy orientado a mejorar las condiciones de México.

“Esa forma de escribir y de hablar de mi padre le acarreó problemas, conflictos, posiciones políticas, pero él sentía que debía hacerlo así y asumía los resultados, pero justo su obra está vigente por eso, porque todo lo hizo por un profundo amor a México y con una conciencia clara de que en los jóvenes debía haber esa actitud, primero hacia su oficio con absoluto profesionalismo y segundo que eso repercutiera a mejorar a nuestro país”, señala Garibay, quien junto con sus hermanas, Minerva y María, resguarda la obra, la biblioteca y el archivo personal de su padre.

Garibay, quien es antropólogo de profesión, cuenta que había algo que le interesaba profundamente a su padre, que era proponer e inculcar en los jóvenes, sobre todo en los escritores, el amor a su oficio. La dedicación completa a su oficio, y escribir sobre lo que fuera con profundo amor y con profunda entrega y compromiso.

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Armando González Torres echa luz sobre la avidez lingüística de Ricardo Garibay que, dice, no tiene parangón con otros narradores, acaso con Arreola, pero en Garibay la califica como una avidez que lo mismo se demora en el lenguaje de la provincia mexicana que en la poesía del Siglo de Oro. “Los montajes lingüísticos que es capaz de establecer Ricardo Garibay son extraordinariamente ricos, complejos, y eso le da una dimensión única y lo hace profundamente vigente. También sigue siendo vigente un absoluto magisterio en la creación de personajes, en la naturalidad y espontaneidad de sus diálogos. Es un maestro del diálogo. Todos estos rasgos lo vuelven un autor fundamental”.

Ricardo María Garibay afirma que su padre vive a través de su obra y de su legado. Habla de los cientos de hojas y cuartillas que resguardan en su archivo personal, en la casa de su padre en Cuernavaca, que incluye videos, audios y un amplio acervo de periódicos y revistas que publicó en Excélsior y Proceso, así como una biblioteca de unos 7 mil ejemplares que está en muy buenas condiciones y fue catalogada y ordenada por su hermana María tras la muerte de Ricardo Garibay.

“Todo lo que hizo mi padre fue hecho con mucha pasión, con mucha dedicación, con mucho empeño, con mucha necedad”, asegura Ricardo María Garibay, quien afirma que la intención de todos estos homenajes que se realizan en el marco del centenario del nacimiento de su padre, “más allá de las capillas literarias y de las amistades o enemistades que tuvo en vida, es poder difundir la obra de Ricardo Garibay, un gran escritor que los mexicanos no deberían dejar de leer”.

Ese mismo interés por divulgar la valiosa obra de Garibay, es una de las metas de Josefina Estrada. “Siempre he buscado que las autoridades pongan su nombre en todos los lugares que sea posible, en vagones de Metro, en bibliotecas, hay una en Hidalgo, su estado natal, que es el gobierno que más reconocimiento le ha dado, un premio lleva su nombre. Si observamos ya hay muchos cronistas en Hidalgo, porque los jóvenes se la pasan escribiendo crónicas, si hay un puente que se llama Jaime Sabines por qué no uno que se llame Ricardo Garibay. Hay que escribir su nombre donde sea necesario. A él no le otorgaron los premios más importantes, no recibió el Premio Nacional de Literatura, pues hagamos que algunas de sus obras se vuelvan libros de texto. Ante todo porque yo no veo que Garibay envejezca”.

En el marco de su centenario, en la Ciudad de México a través de la UNAM y el INBAL, en Hidalgo, donde nació, y en Cuernavaca, donde murió, se han organizado actividades en su honor y habrá proyecciones de las películas para las que fue guionista, como El milusos y Los hermanos del hierro, con los que se celebra “a un escritor único”.  

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